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Urbanismo

Transformación del Centro Histórico de San José

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Tiempo de lectura: 5 min

RESUMEN

La transformación del centro histórico de San José es una necesidad crucial para revitalizar la ciudad, aprovechando su infraestructura existente y aumentando la densidad poblacional. Esto impulsaría la economía local, mejoraría la seguridad, reduciría la huella de carbono y revitalizaría edificios históricos. Además, promovería la cohesión social y mejoraría la movilidad urbana. Es fundamental actualizar la legislación para facilitar la renovación de edificios tomando en cuenta las necesidades de todos los habitantes en el proceso.

La ciudad de San José se encuentra en una encrucijada trascendental. Cuenta con una infraestructura envidiable, incluyendo servicios públicos subterráneos, una red de transporte convergente y la presencia de instituciones gubernamentales clave. Además, el cuadrante original del casco central, que se remonta a 1851, tiene la capacidad de aumentar significativamente su densidad poblacional, creando una ciudad más compacta y eficiente, reduciendo la necesidad de expansión hacia las periferias y preservando áreas verdes valiosas.

Sin embargo, a pesar de este potencial, muchos de sus edificios históricos languidecen en el abandono, convertidos en cuarterías o simplemente desocupados, víctimas de una legislación obsoleta que impone requisitos de seguridad pensados para nuevas construcciones, obstaculizando su renovación y aprovechamiento.

La metamorfosis del centro histórico de San José no solo es posible, sino imperativa para el futuro de la ciudad y del país.

San José puede convertirse en un polo de innovación y desarrollo, atrayendo empresas de servicios, instituciones públicas y residentes que podrían impulsar la economía local y crear empleos de calidad. Al fomentar el retorno de empresas y de las personas a vivir en el corazón de la ciudad, se generaría una serie de beneficios en cascada, incluyendo la reducción de la huella de carbono y el aprovechamiento de la infraestructura existente.

La aglomeración urbana resultante de esta densificación traería consigo importantes beneficios económicos:

  • Mayor productividad: La proximidad física facilita el intercambio de ideas, conocimientos y recursos entre empresas y trabajadores, lo que conduce a una mayor innovación y eficiencia.
  • Mercado laboral más amplio y diversificado: Un centro urbano denso atrae a una variedad de talentos y habilidades, beneficiando tanto a empleadores como a empleados.
  • Reducción de costos de transporte y logística: La concentración de actividades económicas disminuye los costos de movilidad y facilita las cadenas de suministro.
  • Economías de escala: La densidad poblacional permite que servicios e infraestructuras sean más eficientes y rentables.
  • Difusión de conocimiento: La cercanía física fomenta la transmisión de ideas y tecnologías entre sectores y empresas.

Uno se puede imaginar un centro de San José donde los edificios existentes se conviertan en espacios de coworking modernos, incubadoras de empresas y oficinas para empresas tecnológicas, con los pisos superiores transformados en apartamentos para jóvenes profesionales y emprendedores.

Un beneficio adicional de esta transformación sería la mejora significativa en la seguridad ciudadana. Una ciudad habitada y activa las 24 horas del día es inherentemente más segura, con la presencia constante de residentes, trabajadores y visitantes creando un ambiente de vigilancia natural que disuade la actividad delictiva.

La revitalización del centro histórico también tendría un impacto positivo en el turismo. Un centro urbano vibrante, con edificios históricos restaurados, una escena cultural dinámica y una mezcla de modernidad y tradición, se convertiría en un atractivo turístico por derecho propio. Los turistas buscan cada vez más experiencias auténticas y la oportunidad de sumergirse en la vida local. Esto no solo beneficiaría económicamente a la ciudad, sino que también ayudaría a posicionar a San José como un destino urbano de clase mundial, complementando la oferta de turismo de naturaleza por la que Costa Rica es famosa.

El centro de San José tiene ventajas únicas para este resurgimiento. Los edificios históricos de San José son repositorios de la memoria colectiva y la identidad nacional.

Su restauración y reutilización para albergar empresas innovadoras y espacios culturales no solo preservaría la historia de Costa Rica, sino que también crearía nuevos capítulos en esa historia, infundiendo nueva vida y propósito a estos espacios.

El Parque Metropolitano La Sabana, el Estadio Nacional, el Teatro Nacional, la Plaza de la Cultura, el Museo de Oro, el Museo de Jade y el Museo Nacional, proporcionan una base sólida para el desarrollo urbano y cultural. Los barrios periféricos como Amón, Otoya y Escalante, que ya están experimentando un auge, pueden servir como modelos y catalizadores para la renovación del centro histórico, complementando el enfoque tecnológico con su oferta cultural y gastronómica.

La reactivación del centro histórico de San José también puede ser una herramienta poderosa para combatir la desigualdad y la segregación social. Al crear un entorno urbano diverso y accesible, donde personas de diferentes estratos socioeconómicos puedan vivir y trabajar juntas, se fomenta la cohesión social y se reducen las brechas que actualmente dividen a la sociedad costarricense.

Asimismo, este proyecto ofrece una oportunidad para repensar la movilidad urbana. Al concentrar la población y las empresas en el centro, se reduce la dependencia del automóvil y se fomenta el uso del transporte público y los modos de transporte activo como caminar y andar en bicicleta.

Es imperativo reconocer que esta transformación no puede llevarse a cabo a expensas de los habitantes más vulnerables que actualmente ocupan cuarterías y alojamientos precarios. Cualquier plan de renovación urbana debe incluir estrategias integrales para proporcionar viviendas dignas y asequibles, así como programas de capacitación y reinserción laboral para estos residentes. La verdadera transformación de San José debe ser inclusiva y beneficiar a todos sus habitantes, sin excepción.

Para que esta transformación sea posible, es necesario abordar los obstáculos legales y normativos que actualmente impiden la remodelación y rehabilitación de edificios históricos.

Es crucial revisar y actualizar la legislación para permitir adaptaciones razonables que preserven la integridad estructural y la seguridad de los edificios, sin imponer requisitos excesivos que hagan inviable su renovación.

Se deben crear incentivos para la restauración de edificios históricos y su adaptación para uso comercial y residencial. Para ello, es imperativo una visión integral y un compromiso a largo plazo. Esto implica la colaboración entre el gobierno central, la municipalidad, el sector privado, las universidades, las organizaciones de la sociedad civil y los residentes.

En conclusión, la metamorfosis del centro de San José, aprovechando el potencial de densificación de su mancha urbana histórica, representa una oportunidad única para abordar múltiples desafíos de manera simultánea: desarrollo económico basado en la tecnología y la innovación, sostenibilidad ambiental, cohesión social, preservación cultural, mejora de la seguridad ciudadana y fomento del turismo.

Es hora de que redescubramos y reinventemos la capital, transformando los edificios abandonados en espacios de innovación, viviendas y atractivos culturales. La conversión de San José en un centro económico y cultural denso y vibrante no solo honraría el pasado de la ciudad, sino que también aseguraría un futuro próspero, sostenible y atractivo para las generaciones venideras.


Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no representan necesariamente la postura oficial de Primera Línea. Nuestro medio se caracteriza por ser independiente y valorar las diversas perspectivas, fomentando la pluralidad de ideas entre nuestros lectores.

Víctor Umaña es un economista costarricense con una trayectoria internacional notable. Tiene posgrados en Derecho y Economía Internacional de la Universidad de Berna y en Economía Política Internacional del ETH en Zúrich. Con más de 20 años de experiencia, ha trabajado en agronegocios, comercio internacional, inversión extranjera y desarrollo sostenible. Ha ocupado roles académicos, gubernamentales y privados, incluyendo la dirección del Centro Latinoamericano para la Competitividad y el Desarrollo Sostenible del INCAE y la junta directiva de PROCOMER.

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Urbanismo

Contaminación Visual

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Tiempo de lectura: 3 min

Hace ya unos 20 años atrás, me trasladé del Valle Central a Nosara, un pueblo remoto y de difícil acceso en Guanacaste, y no visitamos desde entonces mucho San José. Cuando mis hijas estaban pequeñas, Nosara tenía un único centro comercial, el cual hasta hoy mantiene una rotulación muy controlada y se prohíbe totalmente los rótulos de bebidas gaseosas. Además, por el ambiente en el cual estaba criando a mis hijas, no estaban expuestas a bebidas gaseosas, ni en mi casa, ni en la de sus amigos.

Un viaje a San José coincidió con el hecho de que una de mis hijas empezaba a leer y quería leer todos los rótulos que veía en la carretera. Nicoya a 30 km, Puente del Río Tempisque, Puntarenas… Supongo que en algún momento cayó dormida tras largo viaje y abrió sus ojos justo cuando empezamos a entrar en la Avenida Segunda, y como son los niños, siguió con el juego que traía: Coca-Cola decía el primer rótulo que vio y a los 25 m Coca-Cola de nuevo y Coca-Cola en otro rótulo más. Mi hija estaba realmente impactada y nos preguntaba por qué tantos rótulos sobre lo mismo, uno más grande que el otro y uno enorme de Santa Claus y Coca-Cola al final de la avenida… “¿Quieren que tome Coca-Cola o qué?”, decía pegando su nariz en la ventana del carro.

En ese momento nos hizo mucha gracia su reacción, porque quienes hemos vivido en las ciudades de Costa Rica, nos volvimos inmunes a la contaminación visual. Voy a escribirlo de nuevo por si usted sigue inmune: esto se llama CONTAMINACIÓN VISUAL.

Somos un país espectacularmente bello. Los sancarleños “rajan” con su volcán, los limonenses con sus playas paradisiacas, los pezeteños con sus montañas y cataratas, los guanacastecos con los atardeceres. Nos damos a conocer ante el mundo por nuestro entorno natural, nos beneficiamos económica y emocionalmente de nuestro paisaje, y nos pertenece el derecho a recorrer nuestro país y nuestras ciudades sin un constante bombardeo publicitario que no solo es abusivo, sino que además es ilegal.

            Admiramos las espectaculares ciudades europeas: una mezcla de modernidad y edificios clásicos que no sufren por la excesiva rotulación. Sin ir muy lejos: Granada en Nicaragua y la zona antigua de la capital panameña mantienen un gusto exquisito por la arquitectura y el uso de la rotulación de forma discreta.

            El excesivo tamaño, colorido, cantidad y luminosidad de la rotulación tica se ha salido totalmente de control. Los rótulos en carretera son tan grandes como un edificio. Los edificios están cubiertos de publicidad, las esquinas… ¡repletas de rótulos! Las pulperías forradas de papelitos de publicidad, los rótulos de supermercados, gasolineras y restaurantes son más grandes y desproporcionados y los ticos cada vez somos más inmunes y hasta nos parece muy normal la falta de estética en nuestras ciudades.

            Pues no es bonito, ni de buen gusto y, por el contrario, lo que demuestra es una gran falta de sensibilidad estética y cultura de nuestra población.

            La ley de construcción de Costa Rica establece claros lineamientos para las rotulaciones y define que la publicidad externa requiere de trámites de aprobación escrita por las municipalidades, definiendo tamaños máximos, ubicación e inclusive zonas en las cuales se prohíbe la colocación de rótulos comerciales.

            La responsabilidad es de todos. Debemos abrir los ojos y darnos cuenta del exceso de publicidad en la ciudad y de la contaminación del paisaje natural. Las municipalidades tienen todas las herramientas para hacerlo, ya que tienen la obligatoriedad de aplicar los reglamentos de construcción nacional y planes reguladores, diseñar tipologías y ubicación de rotulación que sean discretas y no entorpezcan nuestro paisaje urbano y natural.

            Mañana, cuando salga a la calle, en su pueblo o en su ciudad, imagine cómo se vería el paisaje, si en lugar de esos enormes rótulos que cubren casi todo lo que vemos, pudiéramos ver limpios los árboles o los edificios, y poco a poco recobrar la belleza de nuestro pequeño paraíso.

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