Opinión
Emprender en Costa Rica: un deporte de alto riesgo
Lamentablemente, en Costa Rica las instituciones públicas en vez de servir a sus ciudadanos, se han convertido en fines en sí mismas. Eso, claro está, le dificulta la vida a cualquiera que quiera producir, pues no hay conexión alguna entre las necesidades de los habitantes y los burócratas que trabajan en ellas.
Somos definitivamente un país de contrastes, reconocidos en el exterior por nuestras paradisíacas playas y exuberante naturaleza, a lo interno por el infierno burocrático y fiscal para el que produce o al menos, intenta hacerlo. Aquí el aparato burocrático estatal es capaz de ahogar el sueño de cualquiera, con trámites que parecen ser interminables y tiempos de respuesta que dependen del capricho y voluntad de los empleados públicos.
Así las cosas, los emprendedores enfrentan un camino lleno de obstáculos y frustraciones, requiriéndose un espíritu de resiliencia muy poderoso para no sucumbir. Tasas de impuestos altísimas, cargas sociales asfixiantes y la inflexibilidad laboral, se convierten en impedimentos para la contratación de personal, fomentando nuestro desempleo estructural y por ende, aumentando la pobreza y la inequidad, dos aspectos que nuestros gobernantes dicen querer eliminar.
Esto impide el crecimiento de las empresas y hace que la mayoría terminen siendo emprendimientos de subsistencia, operando en la informalidad. Eso sucede a pesar de tener (¿mantener?) cuatro bancos estatales, pues carecemos de un sistema eficiente de financiamiento para aquellos que desean iniciar un negocio; por lo que los emprendedores son abandonados a su suerte, mientras las instituciones permanecen intactas sin importar si cumplen sus objetivos o no.
Pero eso no es todo; en Costa Rica la burocracia no facilita los trámites a través de la simplificación y digitalización. Por el contrario, se prioriza mantener el empleo de los burócratas por encima de la eficiencia y el progreso. Mientras tanto, los empresarios, en su lucha por sobrevivir, destinan un inmenso 58% de sus utilidades para mantener una relación de socio con un Estado que solo estorba en lugar de apoyar.
Las deficiencias en infraestructura, seguridad, disposición de residuos sólidos, suministro de agua, conectividad y educación, son sólo algunos de los problemas que enfrenta el país. Además el sistema de salud colapsa con listas de espera de hasta quinientos días, mientras que en todos esos rubros se pagan sumas muy altas sin recibir servicios acordes con esos montos.
Todo esto no hace más que elevar los costos de producción y afectar la productividad. No es de sorprenderse que la tasa de mortalidad de las PYMES sea del ochenta por ciento en los primeros tres años. Ante tantos obstáculos, debe asombrarnos que no desaparezcan antes y en mayor cantidad.
Como si eso fuera poco, para cumplir con los trámites exigidos por el gobierno para estar en la formalidad, es necesario dedicar aproximadamente dos meses y medio al año; meses perdidos en laberintos burocráticos, mientras el tiempo y los recursos se escurren entre los dedos de aquellos que buscan crear un nuevo producto o servicio.
Costa Rica, un país con un potencial inmenso, no puede permitirse seguir por ese camino: es hora de mirar a los países de la OCDE y aprender de sus mejores prácticas. Es necesario dejar de entorpecer el camino a aquellos que están dispuestos a luchar por su sueño, adoptando políticas que fomenten la innovación, la agilidad y la eficiencia.
Por ejemplo, en Estonia, la joya del Báltico, el emprendimiento es abrazado con fervor. Con una carga impositiva razonable y un sistema simplificado de trámites, ese país ha logrado crear un ecosistema propicio para el progreso: ¿podría dicho modelo ser una hoja de ruta para Costa Rica?
Por otro lado está Israel, una nación que se ha convertido en sinónimo de innovación y emprendimiento. Con un enfoque en la tecnología y una cultura que celebra el riesgo y el fracaso como aprendizaje, Israel ha logrado forjar un camino hacia la cima del éxito empresarial: ¿podrá nuestro país aprender de esa tierra de oportunidades y adoptar políticas que fomenten la creatividad y la audacia?
Al explorar el panorama mundial del emprendimiento, no podemos pasar por alto a Irlanda. Con una disminución significativa de impuestos que ha actuado como un catalizador para el desarrollo económico, ese país insular ha demostrado que la reducción de la carga fiscal puede impulsar el florecimiento de nuevas empresas: ¿debería Costa Rica seguir su ejemplo y hacer del país una próspera zona franca?
Emprender en Costa Rica no debería ser un deporte de alto riesgo, sino una oportunidad genuina para construir un futuro próspero. Es hora de cambiar el rumbo y abrir las puertas a un verdadero progreso. El destino de nuestro país y por ende, el bienestar de su población, está en juego.
Sólo a través de reformas profundas en nuestra institucionalidad podremos salir de este campo minado y alcanzar nuestro verdadero potencial.