Política

El rumbo de Costa Rica en medio de una encrucijada política

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RESUMEN

La incertidumbre política en Costa Rica refleja el quiebre entre la ciudadanía y los partidos tradicionales, acompañado de un aumento en la desconfianza institucional. Este panorama plantea el reto de fortalecer la representación política y la rendición de cuentas, mientras se enfrentan problemas como la inseguridad y la corrupción. Aunque hay señales de mejora en algunas áreas, es crucial replantear liderazgos y comprometerse con un cambio estructural para recuperar la confianza y construir un futuro más justo y sostenible.


Los recientes resultados de la encuesta del Centro de Investigación y Estudios Políticos (CIEP) de la Universidad de Costa Rica confirman lo que ya sabíamos: Costa Rica atraviesa un período de incertidumbre política, desconfianza institucional y una marcada polarización en las percepciones ciudadanas. Estos hallazgos no son solo números en un informe; son un espejo de los desafíos que enfrenta nuestra democracia.

Una democracia en busca de certezas

La encuesta revela que un abrumador 85% de los costarricenses no tiene simpatía por ningún partido político. Este dato, lejos de ser anecdótico, refleja el quiebre entre la ciudadanía y las estructuras partidarias tradicionales, que alguna vez sirvieron como pilares de estabilidad. Pero esas estructuras nunca más volverán

El bipartidismo murió hace rato. 

En un sistema democrático como el nuestro, donde la representatividad política es clave, esta desconexión plantea preguntas fundamentales: ¿Por qué los partidos políticos ya no inspiran confianza? ¿Qué podemos hacer para cerrar esta brecha?

En un contexto donde el 55% de las personas expresa preocupación por las elecciones del 2026 y solo el 11% manifiesta entusiasmo, es evidente que la ciudadanía percibe el proceso electoral no como un ejercicio de esperanza, sino como una fuente de estrés. Este sentimiento negativo es más pronunciado entre mujeres y personas mayores, grupos históricamente marginados en los procesos de toma de decisiones.

La desafección partidaria y la incertidumbre electoral no solo debilitan el tejido democrático, sino que también abren la puerta a liderazgos personalistas que con frecuencia carecen de las bases necesarias para sostener políticas públicas efectivas a largo plazo.

El respaldo al presidente Chaves

El presidente Rodrigo Chaves ha logrado consolidar un 63% de evaluación positiva en noviembre de 2024. Sin embargo, este respaldo no se traduce necesariamente en confianza hacia sus políticas públicas. De hecho, el grupo más numeroso (40%) apoya al mandatario, pero rechaza sus medidas en áreas como educación y seguridad.

Esto plantea un desafío estructural: ¿cómo construir una agenda política sostenible cuando el apoyo se centra exclusivamente en la figura del líder y no en sus propuestas? La imposibilidad constitucional de la reelección obliga al oficialismo a buscar un sucesor que pueda capitalizar este respaldo. Sin embargo, los resultados de la encuesta muestran que la mayoría de los costarricenses no vislumbra un partido político capaz de ganar las elecciones del 2026. Solo el inicio de la campaña y los fuegos electorales en los próximos meses empezarán a dar indicios de lo que se avecina.

Esta desconexión entre el apoyo personalista y la institucionalidad política debe ser un llamado de atención

Aunque el carisma presidencial puede ser útil para sortear crisis inmediatas, carece del poder transformador que solo una institucionalidad sólida y políticas públicas bien diseñadas pueden ofrecer.

Problemas estructurales: inseguridad y corrupción

No sorprende que la  inseguridad y la delincuencia siguen siendo las principales preocupaciones del país, con un 30% de menciones. Este problema no solo afecta la calidad de vida de los costarricenses, sino que también erosiona la confianza en las instituciones encargadas de garantizar el orden, en especial el Poder Judicial.

Además, el 71% de los encuestados percibe que la corrupción ha aumentado en los últimos dos años. Esta percepción, más pronunciada entre las mujeres, refleja no solo el impacto de los escándalos recientes, como el caso en la Caja Costarricense del Seguro Social, sino también una crisis de confianza más amplia en la capacidad del Estado para administrar los recursos públicos con transparencia.

Frente a esto, es fundamental que las instituciones no solo implementen mecanismos de rendición de cuentas más estrictos, sino que también comuniquen estos esfuerzos de manera efectiva. La percepción pública es, después de todo, una dimensión crítica de la legitimidad institucional. En mi opinión, la más importante.

Una oportunidad en la adversidad

En medio de este panorama, hay señales de que las cosas pueden mejorar. La reciente gestión del gobierno ante las emergencias climáticas recibió una valoración positiva del 76% de los costarricenses, demostrando que, cuando las instituciones responden con eficacia y empatía, la ciudadanía lo reconoce.

Asimismo, los resultados muestran una recuperación en la percepción de la seguridad y la educación respecto al año anterior. Aunque estos avances son modestos, representan una base sobre la cual construir una narrativa de progreso y resiliencia.

¿Qué hacer frente a este panorama?

  1. Replanteamiento del rol de los partidos políticos: Los partidos dentro y fuera de la Asamblea Legislativa deben replantearse su rol en la sociedad costarricense. No es extraño que ambas instituciones sean las peor valoradas por el costarricense. Si quieren sobrevivir, no pueden seguir operando como entidades desconectadas de las necesidades ciudadanas. Esto implica no solo una renovación de liderazgos y un compromiso con la transparencia, la inclusión y la participación ciudadana.
  1. Comunicación institucional efectiva: Las instituciones públicas deben priorizar la comunicación clara y la rendición de cuentas. En una era de desinformación, el acceso a información confiable es esencial para reconstruir la confianza ciudadana.
  1. Compromiso ciudadano: Como sociedad, debemos rechazar el cinismo y la apatía. La democracia, aunque imperfecta, es el mejor sistema para garantizar la participación y el respeto a los derechos humanos. Cada voto, cada debate y cada decisión política cuentan.

Los resultados de la encuesta del CIEP no son una sentencia, sino una radiografía de nuestra realidad. 

Nos muestran un país lleno de retos, pero también de oportunidades. La incertidumbre política y la desconfianza institucional no deben paralizarnos; deben motivarnos a trabajar juntos para construir un futuro más inclusivo, justo y sostenible.

Es tiempo de actuar.


Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no representan necesariamente la postura oficial de Primera Línea. Nuestro medio se caracteriza por ser independiente y valorar las diversas perspectivas, fomentando la pluralidad de ideas entre nuestros lectores.

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