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Países Bajos vs. Costa Rica: ¿educación que transforma o gasto que se desperdicia?
RESUMEN
Costa Rica enfrenta una disyuntiva clave: más cárceles o una reforma educativa profunda. El problema no es cuánto se invierte en educación, sino cómo. A diferencia de Países Bajos, que ha logrado reducir la criminalidad con un sistema educativo eficaz, aquí los recursos se pierden en burocracia. Por eso, urge rediseñar el modelo educativo para prevenir el delito y transformar la sociedad.
Por décadas, Costa Rica ha defendido —con razón— su vocación humanista. Nos enorgullece no tener ejército, tener acceso universal a la salud y consagrar constitucionalmente la educación como un derecho prioritario. Pero entre la retórica y la realidad hay un abismo.
Hoy, frente a los alarmantes niveles de criminalidad y abandono escolar, surge un dilema de fondo: ¿apostamos por más cárceles o por una transformación profunda del sistema educativo? Esa es la propuesta de un artículo provocador que recientemente Jaime Ordóñez escribió para La Nación (“¿Una megacárcel a lo Bukele o volver a apostar por la educación?”, 18/05/25).
Si bien para muchos la pregunta que propone el artículo puede considerarse una falsa dicotomía, pues en la vida real ambas alternativas no necesariamente se excluyen, en el punto central coincido plenamente con Jaime: la educación en una sociedad es esencial. Es la génesis misma de una sociedad. Es lo primero y, cuidado, lo más importante. De hecho, me pareció valiosísima su reflexión respecto a la realidad de los Países Bajos y cómo la educación ha tenido un impacto brutal.
Donde tal vez no coincido, tal y como he escrito en otras entregas, es en el dogma de que sí o sí hay que darle el 8 % del PIB a la educación.
Muchos repiten como mantra que “hace falta invertir más en educación”, sin reparar en un dato revelador: Costa Rica y Países Bajos invierten porcentajes casi idénticos de su PIB en educación —alrededor de un 5 % a 6 %— y, sin embargo, los resultados están en extremos opuestos.
Mientras los neerlandeses cierran cárceles por falta de delincuentes, nosotros discutimos sobre grandes prisiones y militarización de la seguridad pública. Lo que queda en evidencia es que el problema no es cuánto se gasta, sino cómo se gasta.
Una diferencia estructural, no contable
Por esta razón me puse a investigar un poco sobre la realidad de Países Bajos y cómo se puede contrastar con nuestro país. Países Bajos no lidera las pruebas PISA ni alcanza tasas de culminación secundaria del 95 % porque invierta más.
Lo hace porque ha diseñado un sistema educativo eficaz, integral y conectado con la realidad productiva y social. Su modelo de educación técnica dual, su diversificación curricular desde edades tempranas, el seguimiento personalizado a estudiantes en riesgo de abandono y la coherencia entre políticas sociales, laborales y educativas forman un ecosistema funcional.
Costa Rica, en cambio, sigue atrapada en un esquema rígido y vertical, desconectado del mundo laboral.
Tenemos bachilleratos generalistas que no conducen a nada, programas técnicos marginales, formación docente obsoleta y un sistema de financiamiento fragmentado que no prioriza ni calidad ni pertinencia, y que se desperdicia —como suele hacerse en gran parte del Estado— en la maraña institucional y burocrática.
La gran pregunta que nos debemos hacer es: ¿cuánto de ese casi 6 % del PIB tiene impacto directo en la educación de niños y jóvenes del país? ¿Cuánto de ese monto (que no es nada pequeño ni despreciable: aproximadamente ¢2,5 billones) se queda en las redes burocráticas?
La educación como política criminal
Revisemos las cifras: en 2023, Costa Rica reportó casi 10 000 delitos cometidos por menores de edad. En muchos casos, jóvenes que ni estudian ni trabajan. En Países Bajos, las cifras de criminalidad juvenil están en mínimos históricos, y no por casualidad.
La diferencia es que allá se actúa desde el jardín de niños.
Existen centros educativos especializados para menores en riesgo, formación técnica desde los 12 años, sistemas de alerta temprana cuando un estudiante se ausenta o baja el rendimiento, y seguimiento interinstitucional. La educación es su mejor política criminal. Aquí, la educación muchas veces es el caldo de cultivo del delito.
Un Estado presente, no paternalista
Otra lección holandesa: el éxito educativo no depende solo del Ministerio de Educación, sino del conjunto de políticas públicas.
No se puede hablar de educación sin hablar de transporte, salud mental, alimentación, infraestructura y empleo juvenil.
No hay “chiquitos sin clase porque no hay plata para el bus”. No hay madres solteras dejando a sus hijos solos porque deben trabajar jornadas dobles sin red de apoyo. Costa Rica necesita recuperar esa visión integral. Necesita enfocar eficientemente los ya bastos recursos con que cuenta el sistema educativo para producir impacto
¿Y la Asamblea Legislativa?
Lo más grave es el silencio ensordecedor de la Asamblea Legislativa. No he visto una sola comisión especial, ni una moción urgente, ni un pronunciamiento de fondo sobre esta encrucijada nacional.
Los diputados deberían estar fiscalizando activamente el uso de los fondos educativos, promoviendo reformas estructurales y exigiendo el uso eficiente de los fondos públicos.
Pero no. El Congreso sigue ausente, reactivo, atrapado en debates secundarios, mientras el país se le desangra en las aulas y en los barrios.
Educación para la paz o cárceles para la estadística
Insisto: el problema no es el monto, es el modelo. Hoy gastamos mucho para lograr poco. Urge rediseñar la gobernanza educativa, profesionalizar la carrera docente, vincular la secundaria con el mundo del trabajo, recuperar programas sociales, expandir la formación técnica dual y adoptar tecnologías de seguimiento que prevengan el abandono. Todo esto está al alcance si hay decisión política.
Yo no sé si el país necesita una megacárcel. Tal vez sí, tal vez no. Lo que sí estoy seguro es que necesita una enorme reforma educativa, inteligente, justa y eficaz.
Y también que esa reforma necesita valentía institucional para dejar de hacer lo mismo esperando resultados distintos. Como sociedad, tenemos que elegir: o seguimos encerrando a los que el sistema expulsó, o construimos un sistema que no los expulse.
Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no representan necesariamente la postura oficial de Primera Línea. Nuestro medio se caracteriza por ser independiente y valorar las diversas perspectivas, fomentando la pluralidad de ideas entre nuestros lectores.Dame opciones de la 3 en formato horizaontla