Política

¿Armonía o victoria? Cómo priorizar la paz sobre la necesidad de tener la razón

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RESUMEN

En una sociedad cada vez más proclive al conflicto, es esencial considerar vías alternativas para resolver problemas y, aún más importante, formas de evitar que estas disputas consuman nuestras energías. Vivir en pareja, comunidad, condominio o sociedad se está volviendo más difícil. Aunque los seres humanos buscamos compañía, gestionar nuestras emociones, intereses y opiniones se hace cada vez más complejo.

No es secreto que nos estamos convirtiendo en una sociedad más enojada y volátil. Laura Beth Moss, fundadora de Growth Central Training y codirectora de Growth Central, una organización que sensibiliza y educa sobre la ira, la agresividad y las crisis, nos dice:

“Hoy en día cualquier cosa puede dividir (…) Lo que asusta de nuestra cultura es que nos estamos volviendo adictos a la división. Se convierte en parte de la identidad”.

Nuestro primer impulso ante un desacuerdo es demandar, acudir a un proceso judicial y que sea un juez quien decida mediante una sentencia quién tiene la razón, para resultar ganador o perdedor.  Sin embargo, debemos considerar que después de una sentencia, de un proceso de años y de ser condenado o absuelto, es difícil reconstruir una relación, continuar siendo vecinos, socios o aliados comerciales. ¿Cuántos amigos, vecinos, relaciones de negocios o noches de sueño estamos dispuestos a perder? 

Todos nos equivocamos, tenemos problemas y preocupaciones, y experimentamos conflictos. Por eso, nuestra legislación contempla una solución preventiva: la mediación. Se trata de una forma alternativa de resolver discrepancias, que busca la continuidad de las relaciones desde la cooperación. Suele generar procesos más económicos, rápidos y con un enfoque en reparar y seguir conviviendo, trabajando o relacionándonos en paz, especialmente cuando son guiados por profesionales que pueden proponer soluciones ventajosas para ambas partes. 

Existen diferentes modelos de mediación, siendo el de Harvard uno de los más interesantes. Fue desarrollado en la universidad del mismo nombre y se basa en cuatro principios básicos:

  1. Separar las personas del problema. Este principio pretende concentrarse en un diálogo constructivo, evitando tonos hostiles, agresivos o insultantes. Se trata de dejar de personalizar el problema y avanzar hacia la convivencia, negociación o trabajo con la persona involucrada.
  1. Concentrarse en los intereses, no en las posiciones. Es crucial entender que lo que nos lleva al conflicto no siempre es lo que necesitamos o nos molesta realmente. Es importante indagar y ser honestos para descubrir y construir soluciones.
  1. Generar opciones de mutuo beneficio. Se da cuando en vez de pelear buscamos, entre dos, soluciones o salidas a la situación. Muchas veces vemos que al final del conflicto se puede estar mejor que antes de iniciarlo. 
  1. Utilizar criterios objetivos. A menudo llegamos a este tipo de procesos con actitudes rígidas, queriendo imponer nuestra percepción. En la mediación, estas posiciones se sustituyen por criterios objetivos basados en precios, normas, reglas, regulaciones o costumbres socialmente aceptadas y conocidas.

Ninguno de nosotros quiere vivir en conflicto. Todos queremos tranquilidad en nuestra casa, familia, trabajos y comunidades. Para lograrlo, debemos esforzarnos, recordar que las personas enojadas rara vez tienen éxito y que, a veces, es mejor vivir en armonía y ser feliz que tener la razón.


Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no representan necesariamente la postura oficial de Primera Línea. Nuestro medio se caracteriza por ser independiente y valorar las diversas perspectivas, fomentando la pluralidad de ideas entre nuestros lectores.

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