Ambiente

AyA: El Desastre que Padecemos

Publicado

el

Tiempo de lectura: 6 min

RESUMEN

Años de proyectos fallidos, falta de visión estratégica, baja capacidad de ejecución y escaso mantenimiento de la infraestructura han llevado al Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados por la senda de la ineficiencia y de la incapacidad. Es hora de plantear un cambio sustancial con el fin de garantizar un servicio de calidad, a largo plazo.

El Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados está en la mira de todos, desde hace meses, por sus evidentes problemas de gestión, la flamante corrupción que campea en sus pasillos y la incapacidad para atender las necesidades de la población, en forma correcta.

El problema del agua contaminada en los cantones de Moravia, Tibás, Coronado y Goicoechea es tan solo otro capítulo que pone de manifiesto la enorme incapacidad de esta institución para garantizarnos un buen servicio, a largo plazo.

¡Para muestra un botón! Una institución que ha tenido cinco presidentes ejecutivos en menos de cuatro años y cinco gerentes, desde 2017, no puede encontrar su rumbo.  Esto, inclusive, es de conocimiento de muchos funcionarios de AyA, que, desde adentro y con la evidente necesidad de anonimato, comentan lo que ocurre.

En línea con lo expuesto, procederemos a compartir las impresiones de  “Marlon” (nombre ficticio que le daremos a un funcionario de AyA) quien quiso transmitir, desde su experiencia, lo que sucede allí y poner en evidencia lo que la falta de toma de decisiones, poca capacidad de adaptación y nula visión para detectar las amenazas, han provocado en la institución desde la década de 1980.

Es claro que no todo es malo ya que Costa Rica destaca por tener una muy buena cobertura en el servicio de agua potable.  Sin embargo, este es el resultado de decisiones que se tomaron décadas atrás, y que aún dan réditos, y no del planeamiento reciente.  

Manifiesta Marlon en la entrevista que concedió en exclusiva para Primera Línea:

“Es una institución que hoy por hoy está deteriorada por cualquier lado que se le mire, o sea, déficit en la operación, en la calidad del servicio, interrupciones en el servicio, proyectos paralizados, sobrecostos en los proyectos, en saneamiento muy mal”.

En línea con lo indicado, no hay imagen que describa mejor la situación actual del AyA que la de un tubo lleno de fugas, a punto de reventar.  Y es que, lamentablemente, no es una expresión en sentido figurado, únicamente, sino que describe una situación que es real.

Una tubería a punto de reventar

En efecto, el sistema de agua potable en Costa Rica tiene pérdidas por encima del 50% del agua que se produce para consumo humano.  Sobre el particular, Marlon aclara que si bien es cierto ningún país tiene 0% de pérdidas en el sistema, los que mejor hacen su tarea han logrado llevar este indicador al menos a un 25%. 

“Unas son las pérdidas físicas y otras son las pérdidas comerciales, entonces, las pérdidas físicas es lo que la gente más ve en la calle. Tuberías que están sumamente deterioradas y que, por tener, por ejemplo, un grosor inadecuado, problemas con la presión, falta de mantenimiento, fugas en los medidores, fugas en las conexiones, eso es lo que la gente normalmente ve”, explicó.

Las pérdidas comerciales, en cambio, son aquellas relacionadas con prácticas de robo de agua o de conexiones informarles al sistema, como ocurre en lugares como La Carpio, donde la gente se conecta ilegalmente a fuentes públicas, y, por ende, no paga por ese consumo de agua. 

“El hecho de que (el agua) sea un derecho humano no quiere decir que se tenga que regalar (…), o si se regala a un determinado sector, no se debe cargar a los usuarios que sí pagan el servicio, sino que lo debería pagar el Estado costarricense, pues es un tema de política pública”, apuntó.

Proyectos fallidos y falta de mantenimiento

La situación anteriormente descrita se agrava por la falta de mantenimiento de los sistemas y el hecho de que proyectos como el que busca reducir las pérdidas físicas y comerciales, no avanzan al ritmo que deberían hacerlo.  Veamos:

1. El parque de medidores se encuentra obsoleto, lo que hace que en algunos casos haya subregistro del consumo mientras que en otros casos más bien existe sobreregistro.

2. No existe un adecuado programa de mantenimiento de las tuberías, que haga trabajos preventivos en las conexiones, reemplace tuberías viejas y avance en un mejor sistema de detección de fugas (recordemos que muchas de ellas no están a la vista). 

3. Los sistemas de AyA colapsan fácilmente por temas climáticos o por factores externos, como puede ser la contaminación que enfrentamos recientemente. Cuando esto sucede, la solución inmediata de la entidad es enviar cisternas para suplir las necesidades de agua de la gente pero, para Marlon, esta es la opción más costosa. 

“Hay diferentes formas de aumentar la disponibilidad de agua en un sistema. La más cara de todas es el camión cisterna. La más barata de todas es recuperar el agua no contabilizada. Es del orden de siete veces más caro usar cisternas que invertir en recuperar el agua no contabilizada”.

4. No se ha avanzado nada en el proyecto para reducir las pérdidas comerciales a pesar que, de acuerdo con Marlon, desde 2008 existe un crédito formalizado para tales efectos. 

“Uno esperaría que por lo menos, en todos estos años, al menos en 10 puntos porcentuales ya debería haber bajado ese indicador (de pérdidas en relación con el agua producida para consumo humano). Pero no ha bajado, ¿Por qué? Porque el proyecto no ha avanzado. Entonces, idealmente, uno pensaría que llevarlo un 35% en unos 5 años debería ser una meta trazable y ya lista”, indicó. 

Falta de planeamiento e inversiones

A todos los problemas ya enumerados, se suma otro aspecto medular: la falta de planeamiento y de ejecución de las inversiones que se requieren.  El Instituto Costarricense de Acueductos y Alcantarillados no solo ha demostrado una enorme lentitud para determinar cuáles proyectos necesita desarrollar, sino que tarda muchísimo tiempo planificándolos y poniéndolos en marcha

“Tiene que haber un diagnóstico de todos los territorios del país, de todas las regiones, de cuál es la demanda actual, cuál es la demanda futura, cuáles son las fuentes disponibles. Es medir esa oferta hídrica con esa demanda potencial. Luego se planifica cuáles son las obras de infraestructura para poder enlazar esas fuentes con la demanda, pero eso AyA lo ha descuidado por décadas”. 

“La cartera de proyectos del AyA se compone de proyectos que fueron determinados hace más de veinte años como necesarios, producto de un plan maestro que en su momento se hizo. Como se ha descuidado ese plan maestro lo que se han hecho son prácticamente parches, improvisaciones”, agregó.

Lo anterior provoca que, en muchos casos, la necesidad que se había detectado empeore, lo cual ocasiona que los diseños se vuelvan obsoletos.  A esto se suma, además, una bajísima capacidad de ejecución, producto de una serie de trabas burocráticas. 

“La burocracia institucional no permite que los proyectos se hagan con agilidad. La estructura jerárquica del AyA está llena de jefes, son un montón de islas, de feudos. Eso ocasiona que un proyecto tenga que pasar por más o menos veinte departamentos para poderse llevar a cabo. Entonces, nadie es el dueño, nadie es el responsable del proyecto, y todo el mundo siempre se inventa procedimientos y procesos nuevos, que al final de cuentas ocasionan retrasos”, explicó. 

¿Sobrecostos y corrupción?

La falta de capacidad a la hora de ejecutar los proyectos conlleva otro gravísimo problema:  sobrecostos y encarecimiento producto de los aumentos en los precios de los materiales y la mano de obra.

Por otra parte, el mercado de empresas constructoras en nuestro país es reducido y, por lo general, los proyectos son adjudicados a las mismas tres.  Por esta razón, existen rumores de que hay corrupción y de que existe un acuerdo, entre dichas empresas, para cobrar precios más altos y alternarse los contratos.  De esta manera las empresas siempre ganan y el AyA siempre termina pagando de más.

“Los contratos están hechos a la medida. Tendríamos que hacer proyectos más grandes, más atractivos, para que lleguen empresas de afuera y se elimine ese problema”, agregó.

“Una cirugía a corazón abierto”

En resumen, lo que el AyA necesita es una “cirugía a corazón abierto”.  Años de falta de visión estratégica, escaso diagnóstico, atrasos en la ejecución de los proyectos necesarios, falta de mantenimiento de la infraestructura básica y corrupción han dado al traste con los réditos obtenidos durante las primeras décadas de su creación. 

Es tiempo de plantear una reestructuración integral de la institución donde la calidad de los servicios, la satisfacción del cliente, la modernización de la institución y el servicio de calidad sean los ejes medulares de su funcionamiento.


Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no representan necesariamente la postura oficial de Primera Línea. Nuestro medio se caracteriza por ser independiente y valorar las diversas perspectivas, fomentando la pluralidad de ideas entre nuestros lectores.

Dejar una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Trending

Exit mobile version