Opinión

Colectivismo y privacidad: tensiones históricas

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Resumen

  1. La privacidad individual y el colectivismo pueden entrar en conflicto. Las ideologías socialistas a menudo ven la privacidad como un obstáculo para la igualdad social.
  2. Existen ejemplos impactantes que ilustran cómo el colectivismo puede limitar la privacidad en nombre del bienestar estatal.
  3. A pesar de esta tensión, debemos encontrar un equilibrio entre la protección de la privacidad y la búsqueda del bien común, las restricciones a la privacidad deben ser justas y democráticas.

Para el liberalismo clásico, la privacidad es un pilar fundamental de la libertad individual y la protección contra los poderes públicos. La privacidad es una muralla que limita la intrusión del Estado en la vida de las personas, como última barrera de la libertad individual.

La privacidad que se ha consolidado en las democracias occidentales a lo largo de los años como un derecho fundamental. Históricamente, se ha vinculado a la autonomía individual, a la capacidad del individuo para tomar decisiones libres de interferencias externas y sobre todo, a la libertad de pensamiento. En palabras de Louis Brandeis y Samuel Warren en su famoso artículo de 1890, “Right to Privacy”, la privacidad es “el derecho a estar solo“.

El colectivismo, desde otra perspectiva, desconfía de la soledad, síntoma primigenio del individualismo. Por eso, las ideologías colectivistas, como el socialismo y el comunismo, tienden a enfocarse en la búsqueda del bien común y la igualdad social. La propiedad privada y la autonomía individual son obstáculos para lograr una distribución equitativa de los recursos y la riqueza. En este contexto, el derecho a la privacidad les estorba en el tanto suele ser percibido como una barrera para la supervisión y el control estatal necesarios para implementar políticas redistributivas y sobre todo, para controlar un activo muy preciado: la libertad de pensamiento.

Orwell, a quien sus obras nos hacen sentir cada vez más cercano, presentó en “1984” una visión sombría de cómo el colectivismo puede socavar la libertad de pensamiento. En su novela distópica, el Partido controla no solo la vida de las personas, sino también sus pensamientos y percepciones. Orwell escribió: “La libertad es poder decir que dos más dos son cuatro. Si eso se concede, todo lo demás sigue”. Esta cita recalca la idea de que la libertad de pensamiento es esencial para la libertad en general, y que cuando el Estado busca controlar la verdad objetiva, se compromete gravemente la autonomía individual y la libertad de expresión.

Esta tensión ha sido palmaria en distintos momentos históricos. Por ejemplo, durante la Revolución Rusa y la posterior era soviética, se implementaron medidas de vigilancia masiva y limitaciones a la privacidad en nombre de la seguridad del Estado y la lucha contra la contrarrevolución. La famosa frase de Lenin, “¿Quién a quién?”, refleja la prioridad de la vigilancia estatal sobre la privacidad individual en la búsqueda del bien común.

Durante la Guerra Fría, la Stasi, policía secreta del régimen comunista de la Alemania del este y prima hermana de la KGB, implementó una red de vigilancia masiva que penetraba en todos los aspectos de la vida de los ciudadanos, incluyendo sus hogares, correspondencia y conversaciones telefónicas, todo en nombre de preservar la estabilidad del régimen. Este nivel de intrusión en la vida privada de los ciudadanos tuvo un efecto paralizante, temor generalizado y minando la confianza en las relaciones personales. Como respuesta a esta experiencia, décadas después, nació la protección de datos personales precisamente en Alemania, con el foco principal de proteger al ciudadano frente al tratamiento de sus datos personales por parte del Estado.

En China, la vigilancia masiva y la censura en línea son prácticas comunes destinadas a mantener el control social y la estabilidad, aplicando el conocido sistema de “crédito social”, premiando a los ciudadanos que realizan actos buenos, y sancionando a los que realizan actos malos. Desde luego que es el Partido quién define qué es bueno y qué es malo, argumentando que estas medidas son necesarias para preservar la armonía social y avanzar en objetivos colectivos.

Sin embargo, es importante destacar que la relación entre el derecho a la privacidad y las políticas colectivistas no es necesariamente una lucha irreconciliable. En las democracias socialistas de los países nórdicos, por ejemplo, se ha encontrado un equilibrio entre la promoción de políticas de bienestar y la protección de los derechos individuales, incluido el derecho a la privacidad. Esto evidencia que la búsqueda del bien común no debe implicar la eliminación de los derechos individuales, sino encontrar formas innovadoras de armonizar ambos objetivos.

En consecuencia, la relación entre el derecho a la privacidad y las políticas colectivistas es compleja. Mientras que el derecho a la privacidad es un valor fundamental en las democracias liberales, a las políticas colectivistas suele estorbarles, y cuestionan su alcance en la búsqueda del bienestar social.

Independientemente de la ideología política, es esencial que cualquier restricción a la privacidad se realice de manera equitativa, justa, lícita y en línea con los principios democráticos. La historia nos ha enseñado que los excesos en la limitación de la privacidad pueden tener graves consecuencias para la libertad individual y la sociedad en su conjunto.

En última instancia, el desafío reside en encontrar un equilibrio adecuado entre la protección de la privacidad y la búsqueda del bien común, sin comprometer los valores fundamentales que sustentan nuestra sociedad. El fin no justifica los medios.

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