Opinión

Cultura política y sociedad:  una transformación posible.

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La cultura política costarricense se encuentra en un proceso de transformación significativo. Luego de lo acontecido en las últimas elecciones, se puede observar que la incidencia de los partidos políticos en la dinámica democrática del país ha venido significativamente a la baja.

Una serie de acontecimientos a lo largo de la última década, contribuyeron a la fragmentación notoria la oferta política, generando una explosión de agrupaciones con baja representatividad que si bien actúan en el ágora publica, no tienen una incidencia significativa en la toma de decisiones a nivel nacional. Esta dispersión, unida a la poca vinculación de la ciudadanía con las estructuras de los partidos, resultan en una combinación perfecta para el florecimiento de populistas y demagogos, quienes convencen a la población de atender las necesidades del día a día, sin que esto signifique una transformación real que le permita a las personas mejorar su calidad de vida.

Esta apatía partidaria de la ciudadanía da margen para que las estructuras de las agrupaciones políticas se posicionen como maquinarias electorales rígidas e incapaces de responder a la realidad social, habiéndose convertido en sistemas que se activan sólo cuando se convoca a alguna elección popular.  En este panorama y al no haber una mayor movilización social de las personas en la política que incidan en ella con voz propia, se genera el distanciamiento que hemos notado, donde más del 45% de los electores no participan de este hecho tan importante paran la construcción de una democracia más robusta.

Costa Rica urge de una profunda reforma de estado para permitir organizar una transformación social que nos posicione de nuevo en la vanguardia y traiga el desarrollo necesario al que como país podemos aspirar. Somos miembro de la OCDE y  sin embargo, mostramos los indicadores más débiles de los 38 países miembros.  El tener esta referencia constante puede ser un paso en la dirección correcta para orientar nuestras decisiones políticas hacia la construcción de un proyecto país que requiere esa necesaria y urgente reforma.

La cultura e idiosincrasia de este país es única.  Tenemos los medios para que las personas puedan ejercer un rol mas activo y determinante en la construcción de esa democracia con la que soñamos.  Se hace urgente el que las mega estructuras de antaño como lo son los partidos políticos, puedan acercarse a la realidad que vive la gran mayoría de las personas y así resolver sus necesidades. Los modelos ideológicos de una sociedad, que se construye de una forma u otra en el día a día, no son tan importantes.  A las personas les interesan temas como transitar por calles seguras y limpias, tener acceso al agua y que su salario les alcance para terminar el mes.

Estos son los tópicos que impactan y que urgen en la gran mayoría de hogares costarricenses. Las personas en este país entienden que esas necesidades del día a día son la principal de sus preocupaciones y en consecuencia, demandan soluciones efectivas y claras que agilicen las cosas para todos, en lugar de “soluciones mágicas” que al final terminan en promesas inconclusas.

Si como nación construimos una cultura política de acuerdos, algo que ya hemos alcanzado antes, se resolverán las necesidades de la ciudadanía y se podrá definir con claridad el desarrollo al que aspiramos. Debemos valorar el esfuerzo que busca llevar adelante no una agenda partidista o unos intereses particulares, sino que persigue transformar las formas y el fondo del debate publico en Costa Rica. Este impulso no puede ser un hecho aislado, debe provocar que muchos actores intervengan en la reafirmación de nuestra identidad nacional para a partir de ahí, responder con valentía al futuro que como costarricenses nos merecemos.

Es justo mirar nuestra historia y redescubrir en clave de lectura, elementos que nos permitan comprender los desafíos que tenemos hoy.  Entonces, todos podremos ser verdaderos actores sociales y contribuir en la construcción de la democracia en la que deseamos vivir. Esto ya ha sucedido;  a inicios del siglo XX los liberales transformaron nuestro sistema político, reformando el estado y dándole una posición privilegiada a nuestro país frente al resto de países de la región. Igualmente sucedió en los años 40, cuando la transformación de entonces a través de la búsqueda de objetivos comunes entre grupos muy disímiles, permitió empezar a construir después de la guerra.

Es por lo anterior que nos resulta  imperativo mirar con detalle los acontecimientos actuales.  Con ese cuidado, las decisiones que como país tomemos y la incidencia que estas decisiones tengan en los espacios públicos, pueden trazar la ruta de bienestar y desarrollo al que Costa Rica puede y debe acceder.

Se abre ante nosotros una oportunidad enorme donde nuestra voz sea escuchada y exijamos como lo merecemos lideres robustos y decididos.  Dirigentes a quienes no asuste tomar las decisiones necesarias para construir y hacer de Costa Rica el país libre y desarrollado que le corresponde ser.  Un espacio donde todos sean libres de realizar su vida, donde puedan crecer mientras alcanzan sus ideales; donde contribuyen a una sociedad más plena e incluso, donde habitan un lugar más feliz.

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