Política

Desencanto Político

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RESUMEN

En Costa Rica, los resultados de las elecciones nacionales de los últimos años han evidenciado un creciente y palpable desencanto de la población con la clase política actual, lo cual ha llevado a muchos costarricenses a buscar alternativas fuera de los partidos tradicionales. Nuestro país debe superar el legado de la desilusión política mediante una serie de cambios trascendentales a nivel de los partidos políticos, las leyes electorales y el énfasis en la transparencia y la responsabilidad.

En las elecciones nacionales de 2022, 25 partidos políticos presentaron candidatos a la presidencia de la República de Costa Rica, un país con poco más de 3.5 millones de electores. Esta profusión de partidos, combinada con un abstencionismo del 39.4%, refleja un palpable desencanto de la población con la clase política actual. Más aún, el fenómeno es un indicador de que los ciudadanos están más desilusionados con los políticos que con la misma política.  Basta decir que si el abstencionismo fuera un partido político, probablemente tendría suficientes diputados en la Asamblea Legislativa para aprobar proyectos por mayoría simple.

El camino del desencanto

El desencanto tiene su origen, en gran medida, en las prácticas de los partidos tradicionales que, durante décadas, dominaron el escenario político. Aunque estos partidos, principalmente el PLN y el PUSC, contribuyeron significativamente al desarrollo del país en términos de educación, crecimiento de la clase media y fortalecimiento del estado de derecho, también se han visto inmersos en la odiosa práctica del clientelismo y en escándalos de corrupción, lo cual ha provocado el alejamiento de los ciudadanos de los centros de decisión política.

En un análisis más detallado, la estructura política costarricense ha sido secuestrada por las instituciones, y no por las necesidades del ciudadano. Se han creado puestos burocráticos y se han intercambiado favores políticos, consolidando un sistema donde los intereses personales y partidistas prevalecen sobre el bien común. Como liberal, me causa mucha curiosidad cuando se habla de políticas neoliberales aplicadas por alguna de las contracaras del bipartidismo (o del PAC, vástago del PLN) cuando la verdad es que por muchos años lo que ha privado en Costa Rica, más allá de una cultura política que no sabe planificar, es un clientelismo voraz.  Y estimados lectores: el clientelismo no tiene ideología… sencillamente es lo mismo que el populismo, es decir, una forma de hacer las cosas sin norte ideológico.

A medida que el descontento ha crecido, muchos costarricenses han buscado alternativas fuera de los partidos tradicionales, anhelando un espacio donde realmente se promuevan y debatan ideas que reflejen distintas filosofías políticas. La izquierda, aunque históricamente marginal, ha persistido como una voz alternativa aunque minoritaria, desafiando el status quo del bipartidismo.  Por su parte, la derecha se ha desperdigado en sectores conservadores y tecnócratas, aferrados a sus dogmas e inatentos a las preferencias ideológicas del tico, lo cual le permitiría tener una aproximación más pragmática y efectiva en el espectro político.

Adicionalmente, se ha acentuado la tendencia a crear nuevos cantones y municipalidades, lo cual revela una inclinación hacia una mayor “municipalización” de la política. Esto no solo diluye la capacidad de gestión en niveles más amplios, sino que perpetúa un sistema donde las decisiones locales se sobredimensionan para beneficiar a intereses políticos específicos, sin considerar la sostenibilidad o la necesidad real de tales divisiones administrativas.

En esta línea, es crucial reconocer que la normativa actual sobre la creación de nuevos cantones está siendo ignorada, como lo demuestra el reciente proyecto de ley para elevar el distrito de Tucurrique a esta categoría a pesar de que, de acuerdo con los requisitos establecidos en la Ley sobre División Territorial Administrativa para constituir un nuevo cantón, no cumple con el requisito del 1% de la población nacional.  Este tipo de maniobras políticas subraya el objetivo de los partidos tradicionales de mantener su relevancia a través de la fragmentación y la descentralización excesiva, lo cual puede entenderse como un intento de sobrevivir políticamente, en ausencia de una propuesta política coherente y atractiva.

Debo reconocer que el Partido Unidad Social Cristiana muestra algunos esfuerzos por renovarse y distanciarse de estas prácticas desgastadas, aunque el Partido Liberación Nacional, por su lado, todavía necesita realizar cambios significativos y fomentar nuevos liderazgos que puedan restablecer su conexión con la ciudadanía.

Cambiando la política tradicional

Para revitalizar la política en Costa Rica y reducir el desencanto de los electores, es esencial que se restablezca la credibilidad en las agrupaciones políticas. Esto solo será posible mediante un compromiso genuino con la transparencia, la ética y la inclusión de voces diversas en el debate político, lo que permitirá que los ciudadanos participen más activamente en la toma de decisiones. El futuro político de Costa Rica depende de la capacidad de sus líderes para adaptarse y responder a las exigencias de una población cada vez más informada y crítica. En última instancia, el desafío para los políticos y partidos en Costa Rica es demostrar que pueden trascender los intereses partidistas y realmente poner a los ciudadanos en el corazón de la política pública.

Los costarricenses merecen una plataforma política que no se centre únicamente en el crecimiento económico o la estabilidad institucional, sino que también aborde las necesidades sociales y ambientales de la población, de manera equitativa y sostenible. Los líderes políticos deben esforzarse por comprender y abordar las preocupaciones cotidianas de los ciudadanos, desde la educación y la salud, hasta el empleo y la seguridad, garantizando que todas las políticas y reformas se alineen con los intereses y el bienestar de la población.

Al mirar hacia el futuro, es vital que los movimientos políticos emergentes y los reformistas, dentro de los partidos establecidos, adopten un enfoque más inclusivo y participativo. La innovación en la política no debe limitarse a la tecnología o la administración, sino que también debe redefinir la relación entre los ciudadanos y el Estado. Esto incluye fomentar una mayor participación ciudadana en el proceso político, desde la formulación hasta la implementación de políticas, y garantizar que la voz del pueblo no solo sea escuchada, sino que también sea decisiva.

Finalmente, para que el sistema político de Costa Rica se transforme verdaderamente y recupere la confianza de sus ciudadanos, se necesita una reforma integral que no solo cambie las caras en el poder, sino que también reestructure las prácticas y políticas que han llevado al cinismo y al descontento. Esto implica una reevaluación de cómo se estructuran y operan los partidos políticos, una revisión de las leyes electorales para promover una mayor equidad y representación, y una insistencia en la responsabilidad y la transparencia a todos los niveles de gobierno.

Con un enfoque renovado en la integridad, la eficacia y la participación, Costa Rica puede superar el legado de desilusión política y pavimentar el camino hacia un futuro donde la política sea verdaderamente por y para el pueblo. La promesa de la democracia está en sus ciudadanos activos y comprometidos; recuperar su fe en el sistema es el primer paso hacia un cambio significativo y duradero.


Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no representan necesariamente la postura oficial de Primera Línea. Nuestro medio se caracteriza por ser independiente y valorar las diversas perspectivas, fomentando la pluralidad de ideas entre nuestros lectores.

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