Política

El dilema de los buenos empleos

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RESUMEN

Si queremos crear empleos de calidad en Costa Rica es necesario alinear la estructura económica con la fuerza laboral. Para eso se debe mejorar la educación, establecer alianzas público-privadas y promover sectores como la agricultura y el turismo para emplear a trabajadores poco calificados. Asimismo, es importante desarrollar estrategias integrales y la creación de condiciones para el desarrollo en zonas vulnerables.

En una investigación reciente realizada por Dani Rodrik (Universidad de Harvard) se plantea el reto que tienen las economías de no solo crear empleos, sino “buenos” empleos. ¿Qué es un buen empleo? Aunque su definición precisa depende de las condiciones de desarrollo y el contexto político y económico de cada nación, es seguro decir que un buen empleo se refiere a un puesto estable en el sector formal, con acceso a garantías laborales y seguro social, además del ingreso necesario para tener vivienda, comida, transporte, educación, otros gastos familiares y ahorros.

El problema en Costa Rica es doble: no solo hay dificultades para aprovechar los buenos empleos, sino para crearlos. El desempleo es el flagelo más dañino para la sociedad costarricense.

Esto es no solo por sus consecuencias obvias desde el punto de vista de los ingresos, sino por sus efectos sociales y psicológicos relacionados con la pérdida de autoestima, estrés, ansiedad y los sentimientos negativos en general como la desvalorización y la desesperanza.

La situación es verdaderamente crítica. La reciente adhesión a la OCDE sirvió para constatar que a mayo del 2021 éramos el miembro de la organización con mayor desempleo tanto a nivel general como de jóvenes menores de 24 años. En el primer trimestre del 2021 existía una tasa de desempleo abierto del 18.7%, un total de 457,999 personas. Su comportamiento presenta sesgos evidentes: si usted es joven, mujer y no ha terminado la secundaria tiene más probabilidades de no tener trabajo. Un 26.1% de las mujeres en edad laboral es desempleada (versus 13.7% de los hombres), mientras que el 56.8% de los desempleados no han terminado la secundaria y un 40% de los jóvenes menores de 24 años no trabaja.

El desempleo es además bastante grosero con las costas y las fronteras donde las oportunidades laborales son más escasas y atractivas. La pandemia, además, nos tomó de por sí, con una tasa de desempleo abierto superior al 12%, lo cual sugiere que hay causas que no han podido ser resueltas.

De esta forma, un problema estructural que tienen las economías alrededor del mundo y del cual Costa Rica no escapa, es la discordancia entre la estructura de la economía y la composición de la fuerza laboral.

Mientras las actividades económicas se vuelven más intensivas en conocimiento, el grueso de la fuerza laboral del país es relativamente poco calificada. Así, se produce una brecha entre los empleos que el país genera y el tipo de trabajadores que tiene.

Los datos de desempleo en Costa Rica confirman lo anterior. Antes de la pandemia, un 56% de la fuerza laboral desocupada no había completado la secundaria. Con la pandemia, el perfil de quienes perdieron el empleo era de jóvenes menores de 34 años (52%), con primaria completa o menos (43%) y con empleos de carácter informal (58%).

¿Cómo resolver el dilema de los buenos empleos? Rodrik analiza tres alternativas paralelas. La primera pasa por el sistema educativo. Si sabemos que los buenos empleos premian el logro educativo, bastaría con la aplicación de una buena política de educación. Sin embargo, aún si fuéramos Finlandia, por citar a un país que se caracteriza por un excelente sistema, tardaríamos al menos una generación para elevar la calificación promedio de la fuerza laboral costarricense y entonces no resolveríamos el problema estructural en el presente.

Los hechos recientes no auguran un futuro halagüeño. La huelga del sector público del 2018 y la pandemia han provocado que los estudiantes hayan perdido al menos año y medio en el mejor de los casos. Además, si tomamos en cuenta el aumento de la deserción escolar, nos vemos en un escenario como el de la década perdida de los ochenta.

Un camino paralelo es el de construir alianzas público-privadas que impulsan el mejoramiento de las capacidades de una porción de la fuerza laboral que necesita un “empujón” para que pueda ser contratada. Costa Rica tiene experiencias interesantes diseñadas por COMEX y ejecutadas por CINDE, en asocio con multinacionales. También, la reciente modificación de la ley del INA le confiere la flexibilidad necesaria para atender algunas de las demandas de los empleadores. Sin embargo, estos programas son pequeños y caros. Necesitan la incorporación de las universidades públicas -que salvo el TEC brillan por su ausencia- y ampliar su escala, para lo cual se requieren recursos fiscales que son muy escasos en estos tiempos.

La tercera vía sugerida es la menos obvia. Resolver el problema de generación de empleos en el presente pasa por la promoción de sectores que ocupen mano de obra poco calificada como la agricultura y el turismo. En turismo, el país ha ejecutado una política de estado coherente por más de 30 años, cuyos resultados son exitosos. Por el contrario, en agricultura tenemos tres décadas de no dar en el clavo. Este sector dejó de ser una prioridad estratégica del país. Los resultados son obvios. El sector agropecuario batalla contra una gran cantidad de obstáculos conocidos: aplicación discrecional de leyes ambientales con claro perjuicio para el desarrollo sostenible, imposibilidad de utilizar insumos de última generación, desconocimiento de la ciencia y la tecnología en el caso de los cultivos genéticamente modificados, e incentivos perversos que promueven la informalidad, entre otros.

Gracias a una política comercial y de promoción de inversiones brillante, el país sigue creando muchas y muy buenas oportunidades para una porción de la fuerza laboral. Es preciso que el buen trabajo de COMEX, PROCOMER y CINDE siga por este camino. Sin embargo, es imperativo que Costa Rica cree las condiciones para que mejoren las posibilidades de desarrollo de las personas que viven en las costas y las fronteras. Seguir desconociendo esta dualidad implicará costos sociales y políticos altísimos.


Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no representan necesariamente la postura oficial de Primera Línea. Nuestro medio se caracteriza por ser independiente y valorar las diversas perspectivas, fomentando la pluralidad de ideas entre nuestros lectores.

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