Opinión
El Valor de la Libertad: Una Batalla que No Podemos Perder
RESUMEN
No debemos ignorarlo: la hegemonía cultural de la izquierda ha moldeado la percepción del liberalismo en Costa Rica, especialmente entre los jóvenes. Por eso, es fundamental defender las ideas de la libertad desde la educación y apoyar a quienes también luchan por promoverla.Hace unos días, tuve el honor de ser invitado por los jóvenes de la organización Estudiantes por la Libertad en Latinoamérica, específicamente por su capítulo en Costa Rica, a un encuentro donde discutimos a fondo el futuro del liberalismo en nuestro país. Abordamos la percepción que los costarricenses tienen de esta corriente ideológica y reflexionamos sobre cómo quienes nos identificamos como liberales, sin importar las diferencias dentro del movimiento, podemos difundir y defender los tres pilares fundamentales: vida, libertad y propiedad.
En un país abrumadoramente estatista, como lo demuestran los más recientes informes del Estado de la Nación, es evidente que los liberales enfrentamos serias dificultades para tener una incidencia real en la política pública. Esta realidad quedó clara en mi último artículo, donde critiqué el apego irracional de muchos costarricenses a las instituciones, en lugar de enfocarse en políticas públicas que realmente mejoren su calidad de vida.
Las reacciones a ese artículo, que les invito a leer, reforzaron una conclusión contundente: la izquierda ha sido mucho más efectiva que nosotros en comunicar sus ideas, especialmente entre la juventud.
Admito con cierta vergüenza que, en mi juventud, incluso yo me consideré por un tiempo socialdemócrata. Sin embargo, al madurar, mi perspectiva cambió. Pero, ¿qué es lo que hace que este mensaje social-confuso tenga tanto impacto entre los jóvenes? ¿Cómo es posible que estos mismos jóvenes no se den cuenta de que las políticas de centro-izquierda e izquierda en Costa Rica lo único que han desarrollado es una narrativa de protección social que, en la realidad, es: protección para los amigos de los políticos tradicionales?
La hegemonía cultural y su impacto
Para responder a esta pregunta, debemos remontarnos a Antonio Gramsci, el filósofo y teórico político italiano que desarrolló la teoría de la hegemonía cultural. Gramsci sostuvo que, más allá de la lucha de clases directa propuesta por Karl Marx, el control ideológico y cultural es esencial para mantener el poder de la clase dominante. En su visión, las instituciones educativas, los medios de comunicación y otras entidades culturales juegan un papel crucial en perpetuar el statu quo, al difundir la ideología dominante y generar consenso entre las masas.
Gramsci sugirió la guerra de posiciones como estrategia para desafiar la hegemonía burguesa, enfocándose en la creación de una contracultura que minara las bases ideológicas del sistema capitalista desde dentro. Esta estrategia ha resultado especialmente eficaz para adoctrinar a las nuevas generaciones, permitiendo que las ideas de izquierda se infiltren gradualmente en la sociedad a través de la cultura y la educación. El impacto de esta estrategia es evidente en nuestras universidades públicas, donde la teoría de la hegemonía cultural ha sido promovida por organizaciones estudiantiles, partidos políticos y medios como el Semanario Universidad.
Lejos de ser una crítica, esto es un reconocimiento. La izquierda latinoamericana ha sabido utilizar el sistema, financiado por todos nosotros, para moldear las mentes de nuestros ciudadanos con sus posturas ideológicas. En contraste, las corrientes de centro-derecha y derecha han quedado en deuda con sus bases. Muchos de nosotros, que nos identificamos con estas corrientes, no gozamos del lujo de una posición en propiedad en alguna facultad de sociología de una universidad estatal (ni la quisiéramos). En la realidad de las cosas, nos toca trabajar y ser realmente productivos para la sociedad.
A pesar de los intentos de la izquierda por desacreditar el capitalismo, la realidad es que este sistema, con su libre mercado, ha sacado de la pobreza a miles de millones de personas en todo el mundo.
Mientras el socialismo ha fracasado en todos los países donde se ha implementado, el capitalismo sigue siendo el sistema dominante en las naciones más desarrolladas. No es perfecto, pero es la mejor idea que como sociedad hemos alcanzado para organizarnos.
Los datos son irrefutables. En todas las métricas, los sistemas de libre mercado superan ampliamente a las economías centralizadas y planificadas. Ante esta realidad, las izquierdas, especialmente en América Latina, han recurrido a la política identitaria para avanzar sus agendas económicas. Aunque estas agendas muchas veces no guardan relación con los colectivos que dicen representar, han logrado posicionarse como defensores de una amplia gama de movimientos, desde la agenda LGBTQ+ hasta la ambiental.
Sin embargo, en su afán de proteger colectivos, olvidan que el “colectivo” más pequeño e importante es el individuo, y que su capacidad de autodeterminación debe ser protegida a toda costa.
Un llamado a defender la libertad
Es por esta razón que quienes creemos en los principios de la libertad, el libre mercado, la competencia y un Estado pequeño, pero eficiente, debemos aprender de la izquierda y dar nuestra batalla desde temprano, comenzando con la educación de nuestros hijos. Debemos exigir amplitud de cátedra en las universidades que todos pagamos, y utilizar nuestros recursos para difundir las ideas del libre mercado y la libertad.
Primera Línea Costa Rica, el medio en el que me leen, está realizando una labor invaluable, pero no es una tarea fácil ni gratuita. Requiere mucho esfuerzo, el trabajo de muchas personas y recursos significativos. A mis amigos empresarios, a los profesionales y demás defensores del libre mercado, les hago un llamado: apoyen este medio. Hay muchas formas de colaborar, pero en este momento la más valiosa es con recursos.
No escribo estas líneas para beneficio personal (mi pensamiento lo difundo de forma gratuita), ni el medio me lo ha solicitado. Lo hago con la convicción de que solo a través de la educación podemos enfrentar en un debate de altura a quienes venden dogma y no ideas.
Mi lema es y siempre será: “Vivir en libertad, hagámoslo realidad”.
Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no representan necesariamente la postura oficial de Primera Línea. Nuestro medio se caracteriza por ser independiente y valorar las diversas perspectivas, fomentando la pluralidad de ideas entre nuestros lectores.