Política

El váucher escolar: ¿qué es y para qué sirve?

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Tiempo de lectura: 3 min

Según el “IX Informe del Estado de la Educación”, hay niños de diez años que no saben leer o escribir textos simples y, en algunos casos, no pueden siquiera escribir su nombre. Ver la noticia aquí.

Desde luego, el informe causó alarma en muchos sectores de la sociedad. Sin embargo, más allá del asombro subyace una pregunta de fondo: ¿cómo podemos mejorar el sistema de educación costarricense? 

¿Cambiar de modelo?

El más famoso promotor del sistema de vales (váuchers) educativos es Milton Friedman: un economista, intelectual y premio Nobel de Economía en 1976. Friedman siempre abogó por distribuir el presupuesto total de educación entre los padres de familia mediante un vale, que únicamente puede ser utilizado para pagar la educación de los hijos.

En su libro “Free to Choose” Friedman construye una convincente visión, muy lógica y fundamentada, a favor de los vales en la educación. Su libro se puede leer de manera gratuita aquí.

Ventajas y características

En primer lugar, el sistema de vales educativos presenta una ventaja suprema sobre cualquier otro sistema, ya que fomenta la competencia entre las escuelas y colegios. La competencia siempre favorece la innovación y una mayor productividad por cuanto los oferentes deben satisfacer las necesidades de los consumidores de la manera más eficiente posible, valga decir, siempre sujetos a su balance de pérdidas y ganancias.

Por el contrario, la falta de competencia en cualquier mercado, como en el de la educación, produce una autocomplacencia del que ofrece el servicio, en este caso el Estado. Porque sin competencia no existen los incentivos suficientes para que las escuelas y colegios públicos mejoren la calidad de la educación que imparten.

En segundo lugar, los vales educativos permitirían a los padres de familia elegir libremente las mejores opciones para la educación de sus hijos, incluidas las escuelas privadas, algo que hoy es imposible que puedan hacer. A su vez, todas las escuelas tendrían que competir para atraer a los padres de familia ofreciendo una educación de mejor calidad.

En tercer lugar, los vales escolares otorgarían a los padres un mayor poder de decisión sobre la educación, toda vez que el padre de familia debería tener la libertad de decidir dónde y cómo educar a sus hijos.

La libre elección de la escuela o colegio por medio de los vales educativos, permitiría a los padres de familia escoger la opción que mejor se ajuste a las necesidades, capacidades o intereses de sus hijos. Además, les permitiría seleccionar la educación que también esté en concordancia con sus valores y su filosofía de vida.

En cuarto lugar, las familias de bajos ingresos son las que más se beneficiarían de los vales educativos, porque así tendrían acceso a las opciones educativas de mayor calidad. Los vales otorgarían el poder a las familias más pobres para elegir mejores escuelas o colegios para sus hijos, un poder del que hoy carecen por completo.

Finalmente, los vales educativos ayudarían a bajar los costos de la educación. Cuando los padres tienen el poder de elegir la mejor escuela o colegio, estos entes se ven obligados a procurar una mayor eficiencia a la hora de brindar sus servicios. Es la competencia la que produce una búsqueda constante para reducir los costos y aumentar la productividad.

Conclusión

La actual crisis educativa debe considerarse como una oportunidad para cambiar un modelo educativo que nació en el siglo XIX, pero que hoy resulta obsoleto e ineficiente. Los pésimos resultados que ya conocemos demuestran que el modelo ya no funciona (Ver el IX Informe sobre el Estado de la Educación aquÍ).

¿Por qué gastar más recursos en un sistema que es imposible que funcione? Es hora de cambiar el modelo, de introducir la competencia entre los centros educativos y devolver el poder a los padres de familia.

La libertad de enseñanza es un derecho que debe reclamarse con brío y empuje. Es el padre de familia el que debe decidir cuál es el tipo de educación que sus hijos recibirán y quién la impartirá -; ésta, definitivamente, no es una decisión que deba estar en manos del Estado.

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