Historia

La Batalla de Rivas, 11 de abril de 1856

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RESUMEN

La Batalla de Rivas, el 11 de abril de 1856, marcó un hito en la defensa de la soberanía costarricense contra William Walker. Liderados por Juan Rafael Mora Porras, los costarricenses enfrentaron una lucha sangrienta, destacando la acción heroica de Juan Santamaría. Hoy, esa valentía debe inspirar la defensa de nuestra democracia ante desafíos como el autoritarismo y la corrupción.


Reflexionar sobre la batalla de Rivas es examinar el episodio más épico de la defensa de nuestra soberanía, particularmente contra los principios del Destino Manifiesto que practicaron los filibusteros de William Walker.

El presidente costarricense en este periodo histórico, Juan Rafael Mora Porras, comprendió que las victorias obtenidas en Santa Rosa (20 de marzo) y Sardinal (10 de abril) no eran suficientes. Era necesario penetrar en territorio nicaragüense para enfrentar y someter a Walker y sus filibusteros. 

Don Juan Rafael fue sumamente cuidadoso con los movimientos del ejército en Nicaragua, advirtiendo a los pueblos y municipalidades que no se trataba de una invasión, sino de una acción para liberar al país. Por ello, no fueron recibidos con hostilidad.

Si bien la batalla de Santa Rosa fue breve, la de Rivas resultó prolongada y sangrienta, según los historiadores Rafael Obregón Loría y Vladimir de la Cruz, pues los filibusteros estaban mejor preparados y conocían en detalle el territorio.

El conflicto se alargó más de lo previsto. El enfrentamiento comenzó alrededor de las 5:00 a. m., cuando los filibusteros, usando tácticas de división, difundieron partes falsos que hicieron que una fracción del ejército costarricense saliera de Rivas, tardando horas en regresar. Walker aprovechó para infligir graves daños. Fue hasta las 7:30 a. m. que el Estado Mayor costarricense y los militares Escalante y Salazar lograron reorganizarse.

El incendio que cambió el curso de la batalla

En las primeras horas y siguiendo instrucciones del coronel francés Pedro Barillier, un militar respetado por los costarricenses, el ejército nacional se enfocó en recuperar un cañón que le había sido arrebatado por el enemigo. Esta decisión, sumada al inusitado y tempranero avance de los filibusteros, impidió que los nuestros se prepararan adecuadamente para la batalla, lo que provocó un gran desgaste en las filas nacionales. 

La tozudez del militar francés generó un esfuerzo y muertes innecesarias en la tentativa por recobrar el cañón. 

Además, como apuntan don Vladimir de la Cruz y don Rafael Obregón, la falta de descanso de las tropas costarricenses —que habían combatido el día anterior en Sardinal—, junto con las noticias falsas difundidas por Walker sobre supuestas victorias en Santa Rosa y Sardinal, fueron factores que influyeron negativamente en el actuar inicial del ejército durante las primeras horas de la batalla de Rivas.

Hacia las 10:00 a. m., los costarricenses comprendieron que para ganar la batalla debían sacar a los filibusteros del Mesón de Guerra, casa de Francisco Guerra, ubicada estratégicamente y con cobertura en las cuatro direcciones. Allí se atrincheraban Walker y sus lugartenientes.

Al promediar el mediodía, Luis Pacheco Bertora intentó incendiar el mesón sin éxito; fue herido pero sobrevivió. Lo siguió Joaquín Rosales, nicaragüense aliado, quien sí logró prender fuego y complicarle la vida a los filibusteros para apagarlo pero murió en el intento. Finalmente, Juan Santamaría lo logró en el tercer intento y murió bajo los disparos enemigos.

Este acto marcó un punto de inflexión. Aunque la batalla se extendió hasta la madrugada del 12 de abril, para las 2:00 a. m., Walker se rindió y huyó. Los costarricenses confirmaron su retirada hasta las 7:00 a. m. El Estado Mayor decidió no perseguirlo hasta Granada debido al agotamiento de las tropas: muchos no habían comido en 24 horas. Se reorganizaron y enterraron a los muertos, estimando cerca de 600 fallecidos en ambos bandos.

La victoria, el cólera y la traición

Según el historiador  Vladimir de la Cruz, Walker aplicando sus conocimientos en medicina envenenó varios pozos de Rivas, de los cuales después beberían los costarricenses, lo que provocó una epidemia de cólera entre los costarricenses al regresar al país el 25 de abril. Cerca del 10 % de la población falleció a causa de esta epidemia.

Hasta ese momento, el peso de la lucha contra William Walker lo llevó por entero Costa Rica, pues en el resto de Centroamérica, aunque enterados, Guatemala, Honduras y El Salvador no habían intervenido. 

Nuestro país se integraría nuevamente al conflicto —que para entonces ya era claramente centroamericano— en septiembre de 1856. Posteriormente, aunque los nacionales perdieron algunos enfrentamientos, incluso de tipo naval, lograron tomar la estratégica Vía del Tránsito y, paulatinamente, la guerra se fue inclinando a favor de los aliados centroamericanos. 

Walker y sus filibusteros fueron finalmente vencidos. Él fue apresado por un militar estadounidense que afirmaba fungir como árbitro, pero luego escapó y volvió a intentar retomar el control del istmo en varias ocasiones. No fue sino hasta que los militares ingleses lo detuvieron definitivamente en 1860 que su amenaza llegó a su fin: fue fusilado en Honduras.

Juan Mora Porras y su Estado Mayor regresaron a Costa Rica sin apropiarse de un solo centímetro de Nicaragua. No obstante, surgieron conflictos internos con una fracción de la oligarquía cafetalera, lo que culminó en el fusilamiento de Mora y Cañas en 1860.

En la década de 1860, hubo un intento de borrar las acciones de los Mora Porras y el general Cañas. Sin embargo, bajo el gobierno de Tomás Guardia (quien había servido bajo ellos), sus figuras fueron reivindicadas, sobre todo entre 1870 y 1895. Aun así, la historia oficial dio mayor protagonismo a Juan Santamaría, sin desmerecer a los demás.

Un legado vigente

En 2025, Costa Rica y el mundo enfrentan desafíos complejos. El autoritarismo ha ganado espacio, alimentado por la polarización, la corrupción, el narcotráfico y la inseguridad. Se cuestiona nuestra institucionalidad, incluso aquella creada desde el nacimiento del Estado en 1821.

Hoy, como ayer, nos corresponde defender nuestra patria, tal como lo hicieron nuestros abuelos entre 1856 y 1857.


Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no representan necesariamente la postura oficial de Primera Línea. Nuestro medio se caracteriza por ser independiente y valorar las diversas perspectivas, fomentando la pluralidad de ideas entre nuestros lectores.

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