Política

Populismo: el amargo banquete de las élites

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RESUMEN

Cuando un líder populista emerge, las élites políticas, empresariales e intelectuales se muestran escandalizadas y rechazan este camino como incorrecto, sin reconocer que su inacción y abusos han fomentado el surgimiento del populismo. En esta línea, resulta fundamental que estas mismas élites dejen de defender un sistema fallido y propongan reformas que, aunque enfrentarán resistencia, son esenciales para un desarrollo nacional más equitativo y para evitar la perpetuación del descontento que alimenta el populismo.



Cuando un líder populista irrumpe en la escena política de un país, las élites de los sectores político, empresarial e intelectual se escandalizan y se apresuran a rechazar ese camino como incorrecto. Sin embargo, estas élites a menudo ignoran que su inacción y sus abusos han sido, en gran medida, responsables de la aparición del populismo. Al enfocarse solo en su propio beneficio y al descuidar el desarrollo nacional, estas élites se han convertido en cómplices de la llegada de líderes populistas.

Es importante reconocer que los problemas actuales no surgieron de manera espontánea. Las prácticas de repartir recursos públicos en forma de privilegios injustos, poner obstáculos al desarrollo económico, favorecer a los amigos, mantener instituciones ineficientes, permitir la impunidad y abandonar a la ciudadanía a su suerte tienen consecuencias. Estamos pagando el precio de estas acciones. 

La existencia de pensiones de lujo, diferencias salariales extremas entre instituciones y privilegios absurdos en convenciones colectivas es un reflejo de un sistema político e institucional que no ha funcionado correctamente.

Durante los años ochenta, en lugar de tomar decisiones difíciles, las élites optaron por la estrategia del “nadadito de perro”, donde unos pocos se enriquecieron a expensas de la mayoría, bajo la premisa de que “el pueblo” seguiría soportando. Cada sector buscó su propio beneficio sin considerar que “no hay almuerzo gratis” y que las exoneraciones e incentivos se cargarían eventualmente al resto de la población.

Como dice el refrán, “tanto va el cántaro a la fuente hasta que se rompe”. La gente se ha cansado de un sistema educativo que expulsa a los estudiantes, un sistema de salud con listas de espera de 500 días, el 60% de los adultos mayores sin pensión y un 40% de informalidad laboral. ¿Cómo se espera que alguien mantenga un sistema costoso que no satisface sus necesidades básicas?

Reformas estructurales urgentes

Mientras algunos líderes logran conectar efectivamente con la ciudadanía frustrada, sus opositores continúan con discursos sobre la importancia de la democracia y la institucionalidad, conceptos que poco importan a quienes enfrentan hambre e injusticias. Para tener una democracia funcional, se requiere institucionalidad, pero esto no implica mantener el sistema tal como está.

El desfile de políticos tradicionales, muchos de ellos responsables de la actual debacle, sigue con discursos sobre la importancia de mantener el diálogo y volver a nuestras raíces. Sin embargo, estas raíces están marcadas por el cinismo y la negligencia.

En lugar de solo defender el sistema actual, las élites deberían invertir su tiempo en proponer mejoras que busquen satisfacer las necesidades ciudadanas. Deberían trabajar en reformas para acabar con la impunidad y la corrupción en el sector público, y reconocer que los sistemas de salud y educación han colapsado y requieren reformas estructurales. Estas iniciativas serían revolucionarias en nuestro contexto y conectarían con la ciudadanía.

Sin embargo, continuar apoyando instituciones públicas sin reconocer sus fallos es inútil. La CCSS (Caja Costarricense de Seguro Social) y el MEP (Ministerio de Educación Pública) son responsables del desempleo estructural: una por ser cara y la otra por no proporcionar herramientas adecuadas. Si no partimos de estas realidades amargas, no podremos cambiar el rumbo del país.

Propuestas concretas para el cambio

En materia electoral, impedir que los partidos políticos desaparezcan por inacción mantiene vivos los vehículos para cualquier aventurero político. Pero tampoco ayuda su complejo sistema de financiamiento ni la falta de exigencia en lo referente a la calidad de sus programas de gobierno o de sus exponentes individuales.

En lugar de tratar de vender la idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor, sería mucho más conveniente que los actores políticos tradicionales aceptaran su responsabilidad en la situación actual, dieran paso a nuevos liderazgos y aportaran su experiencia para trabajar en las reformas estructurales que necesitamos, aunque sean dolorosas e impopulares.

Algunas de estas reformas podrían incluir lo siguiente:

  • Dividir la CCSS en tres áreas y sacarla de la operación de los hospitales, como lo establece la Constitución.
  • Intervenir el AyA (Acueductos y Alcantarillados) y el ICE (Instituto Costarricense de Electricidad) para evitar los racionamientos que ya se producen en la primera y prevenirlos en el segundo.
  • Implementar un sistema de vales o cupones en la educación, que permita a los padres elegir la escuela y el colegio de sus hijos.
  • Debatir sobre los servicios que brinda el Estado (cuáles, por qué, para qué y cómo medirlos), para ajustar su estructura a nuestra realidad. Esto podría implicar el cierre de instituciones innecesarias y el despido de empleados públicos.
  • Realizar una verdadera reforma del empleo público con el fin de responsabilizar a los empleados de sus acciones y acabar con la impunidad.
  • Simplificar el sistema tributario, eliminando exoneraciones, reduciendo tasas y ampliando la base fiscal.
  • Automatizar y digitalizar procesos, lo cual mejoraría la gestión de los recursos públicos y facilitaría el control ciudadano.
  • Trabajar en la implementación de un sistema de compras públicas eficaz y amigable, que permita mejorar el control ciudadano y evitar contrataciones fraudulentas.

Estos cambios afectarían a los grupos que se han beneficiado del sistema durante décadas. Implican abandonar el “enamoramiento institucional” que tanto daño ha hecho, y exigir servicios eficientes en lugar de defender instituciones fallidas. Estas acciones requieren coraje y valentía, ya que enfrentarán la resistencia de las élites que se han enriquecido del desorden. Sin embargo, si se implementan correctamente, traerán beneficios tangibles para la mayoría y obtendrán el apoyo ciudadano necesario para progresar.

En conclusión, el populismo no habría surgido si quienes tenían el poder no hubieran abusado de él. Las élites políticas deben aceptar que sus métodos son la causa del problema y dar espacio a líderes que propongan soluciones diferentes. 

Su momento de figurar ya pasó: ese es su amargo banquete. Si realmente quieren dejar un país mejor, deben aportar su experiencia para implementar un nuevo modelo de desarrollo, o dejar el camino libre para quienes estén dispuestos a enfrentar los desafíos actuales.


Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no representan necesariamente la postura oficial de Primera Línea. Nuestro medio se caracteriza por ser independiente y valorar las diversas perspectivas, fomentando la pluralidad de ideas entre nuestros lectores.

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