Política
Por una ruta de desarrollo coherente
Desconozco si es por el predominio del catolicismo, pero es lo cierto que en Latinoamérica tendemos a buscar un salvador que resuelva nuestros problemas, cuando lo que deberíamos es exigir a todos los partidos políticos que pretenden dirigirnos, presentar sus propuestas de desarrollo y, luego, estudiarlas nosotros a conciencia.
Eso porque nuestros problemas son tan complejos y añejos que ya no los puede solucionar una persona, sino que deben enfrentarlos equipos interdisciplinarios, con un líder con visión clara de hacia adónde quiere llevar al país, que cuente con todos los apoyos necesarios y un equipo probado.
No podemos seguir con los experimentos fallidos por improvisados, que sólo profundizan el desastre y nos alejan cada vez más del tan añorado bienestar.
Por esa búsqueda de salvadores, dejamos de lado realidades como la de que vivimos una época de evidentes matices ideológicos. Así, si bien podemos afirmar que Latinoamérica dio un giro hacia la izquierda recientemente, en dicha generalización dejaríamos de lado que, hay marcadas diferencias entre gobiernos como el de AMLO en México y el de Boric, en Chile. Algo parecido podríamos decir de algunos gobiernos latinoamericanos de derecha.
En consecuencia, deberíamos también empezar a alejarnos de esas caracterizaciones que no reflejan nuestra realidad política; pues para poder solucionar un problema, el primer paso es identificarlo, no ideologizarlo.
De lo contrario, la confusión entre lo que necesitamos para salir del atolladero en que estamos y lo que pedimos para ello, va a seguir provocando insatisfacción en la ciudadanía y esa situación, precisamente, es la que nos hace proclives a los «cantos de sirena» del salvador de turno, que mejor se ajusten a nuestros ilusos deseos.
Prontamente, ya se sabe, viene la desilusión y empieza el efecto péndulo yendo de un extremo al otro, cual ciclo que no cesa. Cada vez que eso ocurre, se eleva el nivel de insatisfacción ciudadana y peligra el sistema republicano y la democracia.
Si tan solo lográramos hacer ese sano cambio, en favor de ver la realidad sin anteojeras ideológicas, ya llevaríamos la mitad del camino andado; no solo porque tomaríamos mayor control de nuestras vidas, sino también porque podríamos salir del nefasto ciclo de desilusión colectiva tan peligroso por el cual transitamos.
Ahora bien ¿Cómo hacemos para cambiar esa mentalidad? Pues todo indica que primero se requiere elevar la exigencia ciudadana para que, luego, los partidos políticos suban el nivel de sus propuestas de desarrollo.
En este momento tales partidos son simples maquinarias electorales o, peor aún, son vehículos donde cualquiera de sus enquistados exponentes se monta para llegar a la Presidencia. Entonces sí, atrás vamos los ciudadanos conscientes, rezando para que ese salvador no proponga ni haga muchas locuras, puesto que él y los suyos ya tienen sus vidas solucionadas.
Más, si cualquier persona a la cual se le explique por qué esta situación no es conveniente lo puede entender, entonces ¿Por qué seguimos sumergidos en este ciclo continuo? Pues puede ser que ya nos domine la sensación de impotencia, demasiado abrumados como estamos; o que no creamos tener el poder de cambiarlo. Puede ser que no nos importe lo que pasa, o pensemos que no nos toca arreglar el desastre.
Sin importar cual sea la excusa –puesto que sólo a eso llegan– si queremos que las cosas cambien, los ciudadanos tenemos que involucrarnos desde la trinchera de nuestra preferencia, claro, pero empezar a empujar desde ahí el barco, para que podamos flotar y navegar, porque ahora estamos encallados.
En ese sentido, a mí en lo personal me encanta hacer listas, pues me dan la sensación de tener un poco de control cuando el problema por solucionar es muy complejo.
Por eso, con carácter provisional y sintetizando lo dicho, les propongo una de lo que a mi juicio, le deberíamos exigir a los partidos políticos en las actuales circunstancias:
- Que presenten un modelo definido de desarrollo para el país.
- Que escojan a los mejores exponentes dentro de sus filas para someterlos a consideración del electorado.
- Que demuestren una coherente intolerancia ante la impunidad.
- Que permanezcan funcionando, estén o no en el gobierno, como centros de estudio político, de capacitación y formación de sus líderes.
- Que de acuerdo con el modelo de desarrollo propuesto, presenten propuestas de solución a los problemas nacionales -estén o no- en el gobierno.
- Que hagan seguimiento del avance que sus representantes, en puestos públicos, realizan respecto de las propuestas incluidas en el modelo de desarrollo propuesto.
Si queremos evitar más desilusiones debemos saber qué pedir y, sobre todo, las consecuencias que nuestros deseos conllevan; así no habrá tantas sorpresas electorales y podremos empezar a enderezar el rumbo. Dejar de esperar al salvador imaginario y finalmente escalar la montaña de obstáculos al desarrollo que, como países tenemos al frente.