Urbanismo

Contaminación Visual

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Hace ya unos 20 años atrás, me trasladé del Valle Central a Nosara, un pueblo remoto y de difícil acceso en Guanacaste, y no visitamos desde entonces mucho San José. Cuando mis hijas estaban pequeñas, Nosara tenía un único centro comercial, el cual hasta hoy mantiene una rotulación muy controlada y se prohíbe totalmente los rótulos de bebidas gaseosas. Además, por el ambiente en el cual estaba criando a mis hijas, no estaban expuestas a bebidas gaseosas, ni en mi casa, ni en la de sus amigos.

Un viaje a San José coincidió con el hecho de que una de mis hijas empezaba a leer y quería leer todos los rótulos que veía en la carretera. Nicoya a 30 km, Puente del Río Tempisque, Puntarenas… Supongo que en algún momento cayó dormida tras largo viaje y abrió sus ojos justo cuando empezamos a entrar en la Avenida Segunda, y como son los niños, siguió con el juego que traía: Coca-Cola decía el primer rótulo que vio y a los 25 m Coca-Cola de nuevo y Coca-Cola en otro rótulo más. Mi hija estaba realmente impactada y nos preguntaba por qué tantos rótulos sobre lo mismo, uno más grande que el otro y uno enorme de Santa Claus y Coca-Cola al final de la avenida… “¿Quieren que tome Coca-Cola o qué?”, decía pegando su nariz en la ventana del carro.

En ese momento nos hizo mucha gracia su reacción, porque quienes hemos vivido en las ciudades de Costa Rica, nos volvimos inmunes a la contaminación visual. Voy a escribirlo de nuevo por si usted sigue inmune: esto se llama CONTAMINACIÓN VISUAL.

Somos un país espectacularmente bello. Los sancarleños “rajan” con su volcán, los limonenses con sus playas paradisiacas, los pezeteños con sus montañas y cataratas, los guanacastecos con los atardeceres. Nos damos a conocer ante el mundo por nuestro entorno natural, nos beneficiamos económica y emocionalmente de nuestro paisaje, y nos pertenece el derecho a recorrer nuestro país y nuestras ciudades sin un constante bombardeo publicitario que no solo es abusivo, sino que además es ilegal.

            Admiramos las espectaculares ciudades europeas: una mezcla de modernidad y edificios clásicos que no sufren por la excesiva rotulación. Sin ir muy lejos: Granada en Nicaragua y la zona antigua de la capital panameña mantienen un gusto exquisito por la arquitectura y el uso de la rotulación de forma discreta.

            El excesivo tamaño, colorido, cantidad y luminosidad de la rotulación tica se ha salido totalmente de control. Los rótulos en carretera son tan grandes como un edificio. Los edificios están cubiertos de publicidad, las esquinas… ¡repletas de rótulos! Las pulperías forradas de papelitos de publicidad, los rótulos de supermercados, gasolineras y restaurantes son más grandes y desproporcionados y los ticos cada vez somos más inmunes y hasta nos parece muy normal la falta de estética en nuestras ciudades.

            Pues no es bonito, ni de buen gusto y, por el contrario, lo que demuestra es una gran falta de sensibilidad estética y cultura de nuestra población.

            La ley de construcción de Costa Rica establece claros lineamientos para las rotulaciones y define que la publicidad externa requiere de trámites de aprobación escrita por las municipalidades, definiendo tamaños máximos, ubicación e inclusive zonas en las cuales se prohíbe la colocación de rótulos comerciales.

            La responsabilidad es de todos. Debemos abrir los ojos y darnos cuenta del exceso de publicidad en la ciudad y de la contaminación del paisaje natural. Las municipalidades tienen todas las herramientas para hacerlo, ya que tienen la obligatoriedad de aplicar los reglamentos de construcción nacional y planes reguladores, diseñar tipologías y ubicación de rotulación que sean discretas y no entorpezcan nuestro paisaje urbano y natural.

            Mañana, cuando salga a la calle, en su pueblo o en su ciudad, imagine cómo se vería el paisaje, si en lugar de esos enormes rótulos que cubren casi todo lo que vemos, pudiéramos ver limpios los árboles o los edificios, y poco a poco recobrar la belleza de nuestro pequeño paraíso.

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