Opinión

Un llamado a la calma

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RESUMEN

El reciente hackeo al sistema de correo de la Universidad de Costa Rica expone una creciente vulnerabilidad en la ciberseguridad de instituciones públicas, donde se han enviado amenazas de bomba y mensajes que incitan a la violencia. Este evento pone de manifiesto un clima de odio y polarización en el país, exacerbado por discursos públicos y tensiones políticas. La reflexión sobre el futuro de Costa Rica resalta la urgencia de frenar estos llamados al conflicto y reconstruir un ambiente de respeto y civilidad para recuperar


Otro hackeo en un sistema de correo electrónico de una entidad pública. Esta vez, el blanco fue la Universidad de Costa Rica (UCR). Mi hijo me contó que enviaron una amenaza de bomba —tres, para ser exactos— a todos los estudiantes de la universidad. El correo, titulado “Este correo ha sido intervenido”, lanzaba amenazas contra los rectores y estudiantes que defienden el Fondo Especial para la Educación Superior (FEES).

Como especialista en seguridad de sistemas de correos electrónicos, lo primero que pensé fue en analizar la vulnerabilidad del sistema. El hecho de que el correo se haya enviado desde una cuenta oficial indica que alguien accedió a ella, lo cual plantea muchas preguntas: ¿Fue el administrador del sistema? ¿El propietario de la cuenta? ¿Hackearon el sistema de correo? ¿Se dejó desatendida una computadora desde la que se enviaron esos correos?

Este es un caso perfecto para debatir sobre ciberseguridad y la importancia de proteger la información en las instituciones públicas. Aunque hoy no hablaré de ese tema, lo dejaré para otra ocasión.

Este incidente presenta un aspecto mucho más peligroso: el clima de odio y violencia que cada vez es más frecuente en nuestro país.

La política costarricense se ha llenado de odio, resentimiento y amenazas. Sí, estoy de acuerdo en que urge un cambio en los privilegios y en la gestión del FEES. Sin embargo, las amenazas y la violencia jamás deben ser la solución a esa problemática. Durante años, hemos permitido que las universidades públicas actúen con una autonomía que, a todas luces, hoy se debe reevaluar. Pero ¿realmente queremos que esta causa termine en violencia? ¿Queremos ver a costarricenses desplazados solo porque no piensan igual que el Gobierno?

Me preocupa enormemente el discurso de odio que hemos tolerado durante años. Este mismo discurso ha encendido una chispa que, si no apagamos pronto, será muy difícil de extinguir. La lucha de los poderes del Estado comienza a reflejarse en las calles, y los llamados de los gobernantes se replican entre el pueblo, que al final será víctima de sus propias acciones.

No podemos permitir que esto continúe. Amenazar con bombas o incitar a las armas solo por pertenecer a una universidad o sostener una causa ideológica debería preocuparnos a todos. ¿Cómo podemos detener este impulso? ¿Será ya tarde o aún estamos a tiempo de recuperar la Costa Rica de paz que tanto nos ha llenado de orgullo?

Creo que aún estamos a tiempo, pero solo si dejamos de lado la violencia que nos rodea. Debemos trabajar juntos para encontrar soluciones en conjunto, debatir de manera civilizada y, sobre todo, respetarnos los unos a los otros. La violencia no nos llevará al país que soñamos para nuestros hijos.

Ellos merecen un país como en el que crecimos, donde puedan caminar por las calles a cualquier hora, salir con amigos y sentirse seguros, y expresar sus puntos de vista sin miedo a represalias. Necesitamos recuperar esos espacios de diálogo en los cuales debatir diferentes puntos de vista sea una oportunidad para crecer todos, como país. Seguiré luchando para que todos puedan expresar sus pensamientos, aunque no comparta sus ideas. 

Defenderé siempre el derecho a opinar sin temor a ser amenazado, porque ahí reside nuestra fuerza: en el respeto y en nuestra capacidad para construir.

Reitero que es crucial dejar de lado los insultos y la polarización y abrir más espacios de diálogo y discusión ciudadana. Invitemos a las personas a participar, a involucrarse en comités regionales, cantonales y provinciales, ya sean de índole social o política, para que sus voces sean escuchadas y formen parte de las soluciones.

También necesitamos crear espacios de meditación y relajación donde las personas puedan aprender a gestionar sus emociones en lugar de caer en la violencia. Además, necesitamos más parques y centros recreativos o deportivos donde la comunidad pueda interactuar de manera positiva, fortaleciendo el tejido social y creando un ambiente de respeto y colaboración.

La construcción de un país pacífico, justo y próspero solo es posible cuando todos participamos activamente, desde el respeto y la empatía

Juntos podemos recuperar esa Costa Rica que nos llenó de orgullo durante generaciones, pero solo si actuamos con inteligencia, civismo y unión. El futuro de Costa Rica depende de nuestras acciones hoy. Debemos detener la violencia, abandonar el odio y construir juntos el país que tanto anhelamos. La respuesta está en nuestras manos y es una responsabilidad que no podemos ignorar.


Las opiniones expresadas en este artículo son responsabilidad del autor y no representan necesariamente la postura oficial de Primera Línea. Nuestro medio se caracteriza por ser independiente y valorar las diversas perspectivas, fomentando la pluralidad de ideas entre nuestros lectores.

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